El otro día vi un programa que se llamaba “Pesadilla en la Cocina” Versión española…Como protagonista un tal Chicote. Hombre de carácter que se le ponen los ojos inyectados en sangre cuando algo, por no decir todo, va mal.
Caso práctico: Restaurante gallego en el centro de Madrid
Personajes principales:
El Chef Chicote: ¡Echa a correr cuando se cabrea!
El Dueño del restaurante: Siempre enchaquetado, inútil y decía que era monologista ¿?
Cocinera: Una gallega beata, con una neurona, poco limpia y desorganizada.
Camarero1: Novio de la cocinera gallega, que se tomaba la vida con humor
Camarero2: Pasota de profesión.
Camarero3: Servía copas a los clientes fijos de la barra.
No he visto jamás una cocina más guarra, desorganizada en mi vida. Chicote vomitó. La cocinera rezando a San Pancracio, mientras el dueño hacía monólogos a los clientes. El camarero pasota ponía la cara cuando algo no funcionaba. Mientras los clientes fijos de la barra se comían los platos que el Chef descartaba por estar mal elaborados o en mal estado.
Conclusión: los clientes fijos de la barra estaban inmunizado contra toda bacteria o cuerpos extraños..Para mí que eran cobayas.
Solución rápida que daría una simple espectadora: Cambiar al dueño del restaurante, despedir a la cocinera gallega, al novio por descarte y al camarero pasota…El Camarero 3 “hacía buenas migas” con los clientes fijos de la barra…era el único que se podía salvar. Cambiar la cara de un restaurante no es la solución y tratar de cambiar hábitos (malos hábitos) a unos empleados…MISIÓN IMPOSIBLE, SR. CHICOTE.